En la mano una jeringuilla, que lentamente en un brazo lleno de señales se clava, ojos vidriosos, de mirada perdida, sin vida, triste sin aliento su mente se va nublando, en ese breve instante ha sentenciado su destino.
Imágenes que bailan en una mente confusa, un hermoso jardín, un niño pequeño que juega feliz al balón, los ojos de su madre que le observan felices, un padre recto pero amoroso, años de infancia añorada, adolescencia intensa, amigos que incitan a algo prohibido, probando sustancias, que le van anulando el sentido, creyéndose dueño de su vida y destino.
-¡Yo puedo con todo! - ¡mañana lo dejo!!.... pobre necio.
Miradas de unos ojos de una tristeza profunda, padres indefensos ante tanta locura, robos, engaños no importa el como, solo impera el deseo infinito de meterse en su cuerpo el veneno que para él es su vida.
Ya no hay jardín, ni niño jugando, ni miradas dulces, ni amigos, ni padres, solo callejones sucios y oscuros.
Personas que de él se apartan, rodean, miradas de asco, algunas de pena, cara sucia, manos temblorosas que se alargan pidiendo limosna, para poderse meter mas veneno en sus venas.
Sus ojos sin vida, su cuerpo roto desnudo, acurrucado en un rincón sucio y oscuro, allí termina su andadura errante sin rumbo, de un joven que pudo tenerlo todo, y entre sus dedos dejó escapar su juventud y su vida.
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